lunes, 26 de octubre de 2015

Batallas internas

Últimamente he tenido cientos de debates con una personita que quiero muchísimo y a quien he protegido de que sea herida por…. La verdad ya no sé cuánto tiempo ha sido.

Se trata de una pequeña enamoradiza que cree en los cuentos de hadas, los príncipes azules y lo finales felices, ella es mi inspiración, mi motor de los sueños y quien me hace recordar que la magia existe.

La verdad es que casi siempre nos llevamos bastante bien, a veces la dejó salir a jugar y a que haga locuras; todo va bien hasta que llega un nuevo prospecto a nuestras vidas, entonces las discusiones entre ella y yo comienzan, verán ella es algo despistada y le gusta creer que todos aquellos a quienes besamos se convertirá en ese príncipe azul que estamos esperando, pero normalmente no es así.

Yo no tengo ningún problema en jugar con ellos, pasarla bien por un rato y decir adiós, pero ella, esa ilusa niña cree cada palabra, no entiende que los príncipes azules de la vida real vienen con puros cuentos, y ¿saben qué es lo que más me molesta? Que después de que llora por días a causa de un mal de amores se vuelve a poner de pie, lista y dispuesta a seguir buscando a ese alguien con quien cree estar destinada a estar por algún tipo de destino mágico.

Se molesta tanto conmigo cuando quiero jugar con alguien, y a la vez yo me enojo con ella por querer entregar un cariño que no merecen, estoy completamente segura que no debemos entregarnos ante las primeras palabras bonitas o unos ojos pispiretos, pero ¡es tan necia!, (ja, seguro eso piensa ella de mí también).


En algunas circunstancias es bastante prudente, me ha costado que aprenda y encuentre la maña para identificar a quienes no valen más allá de una noche (a veces ni eso), se queda callada mientras yo me divierto, pero de vez en cuando aparece alguien en quien ella ve un gran corazón, cae rendida y se revela ante cualquier “no” que le diga, pelea, debate, discute, cuestiona y se aferra a ese maldito sentimiento que la ha invadido.

A veces me siento como mamá al tenerla encerrada pero la verdad es que solo quiero protegerla; recuerdo esa fría mañana después de navidad cuando le dijeron que Santa Claus no existía, como su pequeño corazón se quebró ante esa inexistencia de algo que le parecía tan mágico, y esa misma ilusión por Santa años más tarde la reemplazó por la sensación de tener mariposas en el estómago y al igual que con el señor del costal de regalos la magia desapareció, dejando un mar de lágrimas a su paso ante la primera decepción amorosa.

La verdad es que admiro su fuerza y sus ganas de luchar por algo que tiene la certeza que existe: los cuentos de hadas con finales felices. Pero hasta que llegue su (nuestro) príncipe azul seguiré cuidándola.

Escrito por: Sue FC

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