viernes, 24 de abril de 2015

Disertaciones: Más vale solo que ser mala compañía

Ocasionalmente he tenido la oportunidad de escuchar pláticas acerca de dos personas que se divorciaron, se están divorciando o que piensan divorciarse. Generalmente el tono de la charla es serio y hasta dramático con matices de tragedia. Desafortunadamente yo no puedo abonar elementos lúgubres a éstas pláticas toda vez que mi perspectiva se contrapone a verlo como un incidente negativo.

Por supuesto que sé que los involucrados esposo/esposa pasan por una muy mala experiencia, para muchos de ellos la peor de su vida, el proceso es desgastante y pierden además de al supuesto ser amado, la certeza de una compañía en el futuro, exponen ante la sociedad su incapacidad para tener o retener a una pareja y si tienen hijos, posiblemente se enfrenten a sus más duros jueces quienes les recriminarán haberlos dejado sin familia.

Sin embargo para mí, es mucho más simple que eso. En primer lugar yo contemplo que dos personas deciden formar una pareja, ya sea que se casen o no, por un acuerdo de buena voluntad. Ambas se involucran con la mejor de sus intenciones de hacer feliz a su contraparte, en quien han encontrado elementos  suficientes para entregarle su confianza y cariño. (Todo esto en caso de que sea unión honesta sin elementos contaminantes a su alrededor).

Este acuerdo tiene un elemento básico: La libre decisión. Ambos expresan su interés por estar con el otro y negocian, a veces de manera velada o muy sutil, las condiciones en que esta se desarrollará: El lugar en donde habitarán, el rol que asumirá cada uno, determinan si uno de ellos será proveedor primario, si quieren o no tener hijos, etc.

Desafortunadamente con el paso de tiempo, que puede ser desde días hasta años, uno o ambos participantes se sienten desencantados de la relación. Lo cual no implica que alguno de los dos haya incumplido con los acuerdos iniciales que generalmente van ajustando la logística ante el montón de imprevistos surgidos en el camino. En el mejor de los casos, que casi nunca se da, esto pudiera resolverse con una charla sincera, sin embargo esta desilusión generalmente se expresa con actitudes y a veces acciones agresivas hacia el otro.

En este punto, más del 50% de las personas decide continuar en esa relación –a veces ya con hijos- aunque no sea feliz o peor, muy infeliz, argumentando que no quiere dañar a los hijos, que no quiere estar solo, que quizá con el tiempo se arregle o para no asumir el fracaso y recibir cualquier cantidad de reproches hasta del proveedor de leche.

En mi perspectiva esto no debe es válido porque tenemos una sola vida y no creo valga la pena invertirla en situaciones y con personas que nos traen infelicidad. Si la unión se hizo de buena voluntad y libremente cualquiera de las dos partes o ambas, pueden expresar su interés en dejar de participar sin que la otra se sienta herida o decepcionada, es tan sencillo como que la relación no cumplió con sus expectativas y lejos de sumarle felicidad le está restando bienestar.

No veo porque las personas deben llegar al punto de hacer la convivencia casi insoportable llena de recriminaciones, insultos o agresiones físicas cuando ésta se puede solucionar hablando responsablemente y exponer las razones para retirarse de la relación, la cual debe involucrar únicamente a las dos personas que hicieron el acuerdo. Nadie más debe opinar al respecto porque no estuvieron en la negociación inicial, ni siquiera los hijos, quienes lejos de presionar a los papás, deben apoyarlos y coadyuvar en la felicidad de ambos, ya sea juntos o separados.

Además cuando algo termina automáticamente nace la oportunidad de que algo nuevo llegué a nuestras vidas, con todas las ilusiones que conlleva y las oportunidades de hacerlo mejor si es que aprendimos de nuestros errores. O igual con el tiempo, sobre todo si en éste se llevó a cabo algún trabajo reflexivo, ambas partes se den cuenta que vale la pena retomar la relación haciendo los ajustes necesarios para que ésta los haga felices.

Una parte fundamental para que se pueda tener una buena disolución de la pareja es que las personas practiquen el desapego. Lo único verdaderamente nuestro somos nosotros mismos. No podemos creer que contamos con alguien incondicionalmente porque le hayamos invertido tiempo, dinero y esfuerzo. O peor aún, creer que alguien tiene el “deber” de estar con nosotros.

Quizá podamos pagar por obtener bienes materiales o contratar servicios, PERO EL CARIÑO Y LA BUENA VOLUNTAD ES GRATIS, no se puede forzar. Si no podemos hacer feliz a alguien y si ese alguien ya no nos hace felices por favor NO SEAMOS UNA MALA COMPAÑÍA.

Escrito por: Lu Co

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