viernes, 21 de julio de 2017

ADICTOS… A PENSAR MAL

Los seres humanos somos animales de costumbres. Pensamos, razonamos (o creemos qué lo hacemos) y repetimos los mismos patrones una y otra y otra vez.

A veces acertamos con aquella fórmula que nos lleva al éxito; sin embargo, la mayoría de las ocasiones realizamos cosas no muy buenas que, aunque ya vimos su resultado, las tenemos arraigadas sin podérnoslas quitar.

Muchos tenemos adicciones y algunas de ellas ni siquiera las detectamos como tal…

Están las adicciones “mal vistas”, como al cigarro, alcohol, drogas, juego, etc; O bien aquellas no tan rechazadas socialmente como la comida, ejercicio, compras compulsivas, entre otras.

Dicen que todo en esta vida con medida es bueno, pero cuando se convierte en un exceso pasa a ser algo bastante malo y perjudicial para nuestra vida diaria y la de aquellos que nos rodean.

Reflexionando sobre las muchas cosas que debo mejorar en el día a día me tropecé con este pequeño pensamiento: ¿Y si algunos de nosotros tenemos adicciones internas que nos llevan a tener adicciones y obsesiones externas?

Me di cuenta que no tengo ninguna adicción palpable, pero sí una obsesión muy fuerte con el dinero, la imagen, el reconocimiento y el hambre desmedida de éxito.

¿De dónde saqué todo eso?

Pues resulta que rascando dentro de lo más profundo de mi ser me percaté que soy un adicto…

Soy un adicto a pensar mal de mí mismo y de los qué me rodean.

Me he convertido en aquella persona que piensa qué no logrará nada de lo que se proponga. Qué todo saldrá mal… Y qué todos se alegrarán de las desgracias que me sucedan, y así podré pagarles con la misma moneda.

Grave error.

Me he sumido en un discurso pesimista y fatalista que me ha impedido intentar cosas  nuevas y explotar al máximo mis capacidades. Es más, mis defectos se han hecho más grandes de lo que en realidad son.

Ya había escrito antes que pensar en los otros es perder tiempo que puede ser productivo. Sin embargo, pensar cosas malas de uno mismo es algo aún más grave, ya que eso puede convertirse en una adicción interna que si no se controla a tiempo, podría desarrollar una adicción externa.

Así que hay varios puntos qué rescatar:
1. Soy el centro de mi vida, no del mundo, por lo tanto tengo la obligación de controlar mi cuerpo y mi mente, pero debo saber que no soy tan importante como para intentar influir en todos los que me rodean.
2. Si controlo mi vida seré capaz de no juzgar la de los otros. Al lograrlo, tampoco permitiré que ellos juzguen lo que haga, o mejor dicho, no le daré importancia a sus opiniones.
3. Los pensamientos no son acciones. Todavía no se ven materializados. Sin embargo, si pienso mal, inconscientemente haré lo necesario para que suceda lo que esté pensando
4. En cambio, si soy positivo no quiere decir que todo saldrá bien, pero la actitud  que tendré me será de mayor utilidad al momento de afrontar mis errores y aprenderé de ellos.
5. El cambio no se hace en un día, pero siempre es bueno empezar por el momento que estamos viviendo.


Escrito por: Jesus Daniel Hernández

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