La palabra es un
sonido emitido por un ser humano con el fin de comunicarse con el resto de las
personas, estas construyen idiomas que son todo un sistema de comunicación de
acuerdo a las características geográfico-culturales de una comunidad.
En el México
prehispánico el uso de la palabra era de vital importancia, y existía toda una
clase social dedicada a realizar composiciones que describían a través del
denominado “flor y canto” la cosmogonía y emociones de las personas a base de
poesía, arte y símbolos. Me pregunto ¿qué pensaría Nezahualcóyotl si escuchará
a la mayoría de las personas del siglo XXI en México cuando se comunican a
través de la palabra? ¿Entendería algo?
Personalmente
soy fan del buen uso del lenguaje y considero que es tan amplio y rico, que
existe una palabra para definir exactamente lo que queremos decir y la buena
combinación de frases nos permite comunicar de manera eficiente nuestro pensar
y sentir. Sin embargo, en ocasiones he tenido la mala fortuna de escuchar
conversaciones, en su mayoría entre personas jóvenes, que son una mezcla de
tres verbos, tres sustantivos y dos adjetivos calificativos, y para colmo el
90% de ellas resaltan características negativas.
Desde que mis
hijos tuvieron ojos, les acerqué cuanto material literario pude de acuerdo a su
edad con el fin de que alimentarán su vocabulario, pero un buen día, en su proceso de socialización escolar,
escucharon palabras que no manejaban y por supuesto desconocían el concepto al
que se referían.
Mis dos pequeños
se sentaron a comer con una duda que les atormentaba el alma, ¿qué significaba
“pendejo”? El sonido de la palabra inundó el comedor y yo me llené de
curiosidad y molestia, lo primero era saber en qué contexto había sido usada y
por quien. Una vez precisado el momento, les expliqué que se refería a personas
poco hábiles y quizá un poco torpes, pero que su acepción era muy amplia y
había quienes la usaban hasta para autodenominarse.
Muchas veces a
la semana mis pequeños llegaban con algunas dudas similares, las cuales aclaraba
lo mejor que podía y les pedía que no hiciera uso de ellas, porque además de
ser tan ambiguas, eran ofensivas y faltaban al respeto a las personas a quienes
se les decían.
Por supuesto,
mis pequeños, como todos los seres humanos, tenían momentos de enojo y osadía y
en más de una ocasión insultaron al otro con su nuevo glosario. Pero un día
tuvieron la mala fortuna de ser escuchados por mí, que había tomado cursos de
iniciación para ejecutor de la Santa Inquisición, y sin más tomé la fibra de
tallar los platos y les lavé la boca con jabón.
¿El resultado?
Definitivamente es una anécdota que ninguno de los dos olvidará, a uno de ellos
lo determinó, suprimió su uso de manera definitiva y dicho sea de paso, se
dedicó a cultivar la palabra. Y el otro se abstiene de decirlas en mi
presencia. Con el tiempo surgió otra duda, ¿cuáles palabras eran groserías y
cuáles no? Para mí es muy fácil diferenciarlo, basta con evitar las palabras
que faltan al respeto, pero a ellos le di una medida mucho más clara, “no uses
palabras que no le puedas decir a tu mamá”.
Creo que vale
mucho la pena cultivar nuestro vocabulario y la mejor manera de hacerlo es
leyendo, inundando nuestra alma de sonidos que tienen un concepto cuya
intención es más que la ofensa. Por favor no limiten su vocabulario a usar
chingar y todas sus variedades como verbo, sustantivo y adjetivo calificativo.
Exclamó la princesa: @$)#%&/!?( .... (No te ves bonita)
Exclamó la princesa: @$)#%&/!?( .... (No te ves bonita)
Escrito por: Lu Co
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