Hace algún tiempo hubo
una campaña publicitaria orientada a evitar el abuso infantil, y animaba a los
niños a acercarse a la persona en quien más confiarán a denunciar la conducta
de alguna persona mayor que los incomodara a fin de evitar que fueran víctimas
de éste delito. A la vez que concientizaba a los adultos a creer en las
denuncias de los niños y emprender acciones que atendieran o previnieran éstos
incidentes.
Sin embargo, nunca se
les indicó a los menores como seleccionar a la persona adecuada a quien
acercarse. Reflexionando al respecto con algunos conocidos, la mayoría
coincidió que los niños se acercarían automáticamente a sus papás, sin embargo,
sólo se necesita convivir con adolescentes y jóvenes, para saber que los
adultos a quien menos confianza les tienen es a sus padres.
He tenido la
oportunidad de estar cerca de algunos menores que viven experiencias difíciles
y su principal objetivo, lejos de resolver el incidente, es que sus papás no se
enteren. Generalmente esta información es revelada a sus amigos, quienes son de
su misma edad y no tienen la menor idea de cual es la solución que implique
menores consecuencias negativas para el protagonista.
En ocasiones, tampoco
muy afortunadas, se lo cuentan a algún adulto cercano, que va desde la tía segunda
hasta la vecina, pasando por la prima del amigo del jardinero del cuñado del
pariente de un conocido de su amigo quien oyó que es “buena onda”, quien
seguramente escuchará (a veces de manera morbosa) sobre el problema y opinará
de manera poco comprometida y mucho menos corresponsable, lo que cree que
podría ser la solución.
Me parece que los
adultos también tenemos problemas para identificar a las personas confiables.
¿Cuántas veces nos hemos desilusionado al ver defraudadas nuestras expectativas
de presuntos amigos confiables? La
conducta más sana desde luego, es no tener expectativas sobre ninguna persona,
ni siquiera de nuestros hijos, pero ¿Es esto posible? ¿O caeríamos en una
actitud de franco “sospechosismo” al no confiar en nadie? ¿O ser tan
autosuficientes que podemos ser la única causa de nuestro bienestar?
Aunque en la teoría no
suena tan mal, me parece que en la práctica, -quizá nos llevaría a una zona de
confort- pero nos privaría del placer de conocer y compartir con nuestros
cohabitantes del planeta, perderíamos la sensibilidad para reír y
entristecernos por el otro, la satisfacción de dar y ayudar por el placer de
hacerlo, etc.
Por supuesto, no
podemos obligar a nadie a ser confiable ni tampoco es prudente confiar en
todos, y miren que se los digo por experiencia, pero si podemos trabajar en
nosotros mismos. Me parece que sería necesario cultivar algunas conductas:
- Asumir una buena actitud con todas las personas que se acerquen a ti, recuerda que las sonrisas son gratis.
- No te preocupes por la apariencia de las personas, acuérdate que es sólo la envoltura.
- Aprende a escuchar, si alguien se acerca a ti para contarte una complicación lo menos que puedes hacer es concentrar tu oído y atender a su historia. A veces con sólo contarlo, el problema suena menos complicado para su protagonista.
- No juzgues, evita emitir juicios de valor, nada es bueno ni malo, sólo es una anécdota que le puede pasar a cualquiera que respire.
- Intenta ser empático.
- Si crees que puedes ayudar, hazlo; pero si de plano no tienes una idea de que hacer, dilo, pero ofrécete a coadyuvar en la búsqueda de una solución.
- Práctica la discreción.
- Siempre las palabras de aliento y las demostraciones de afecto ayudan. No dudes ni un momento en demostrarle tu solidaridad a quien lo requiere.
- Recuerda que dar siempre es mejor que recibir.
Escrito por: Lu Co
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