Quizá el título les
parezca algo confuso, por más que busqué en mis adentros no encontré una mejor
frase para bautizar este escrito. Probablemente se podrían imaginar que se
trata sobre obsequiar una caja maldita que en su interior guarda un espíritu
del mal o algo similar, pero no… definitivamente no tiene nada que ver.
Es un asunto que en lo
particular me resulta muy molesto.
Obviamente el hecho de regalar es lindo, pero ¿han notado que cuando se trata
de obsequiar algo a una persona adinerada, por no decir rica (evitando la
confusión de que pudiera tratarse de alguien más bien sabroso que tuviera todo
en su lugar y en la proporción adecuada), las personas se esfuerzan por
comprarle un objeto de un alto valor monetario?
Por ejemplo, en una
oficina, si es el cumpleaños del jefe, todos sus subordinados se esmeran en
adquirir artículos costosos que pueden ir desde una cartera hasta un accesorio
electrónico muy sofisticado. En cambio, si se trata del cumpleaños de una
persona de intendencia por decir algo, en caso de que se tomen la atención de
darle un obsequio -que muchas veces ni siquiera lo felicitan mucho menos le
compraran algo-, seguramente será alguna “cháchara” de poco valor.
¿Les parece lógico y
justo? Quizá la explicación es que como el jefe tiene una buena percepción
económica y un buen nivel de vida, deben darle cosas que estén de acuerdo a su
estatus social. Y la persona encargada de la limpieza apenas gana lo suficiente
para sobrevivir, por lo cual aprecia cualquier objeto que obtenga de manera
gratuita.
En mi óptica es casi
una grosería, ¿porque no le regalamos algo caro a la persona que gana menos y
que seguramente sus ingresos no le permiten adquirir ni en sus mejores sueños?
¿Se imaginan la felicidad de un conserje al recibir un iPhone 6 Plus que él no
podría comprar ni guardando su sueldo completo de tres o cuatro meses? En
cambio si se lo damos a una persona adinerada, en caso de que no lo tenga ya,
representará un regalo más o quizá lo podría emocionar la novedad, pero no su
valor, porque él lo puede adquirir con parte de una quincena de su sueldo o
siempre contará con una tarjeta de crédito para comprarlo en cualquier momento.
¿Será acaso que los
regalos a las personas adineradas o bien posicionadas socialmente tienen otro
propósito más allá del gusto de regalar? ¿Será que se obsequian con la
intención de comprar su buena voluntad y ganar algún tipo de concesión o
privilegio?
Lo que sí es seguro, es
el eterno agradecimiento que obtendrán de la persona menos favorecida por
haberle obsequiado algo. Para él, tendrá un valor muy especial, primero porque
se acordaron de su cumpleaños y después porque se tomaron la molestia de
invertir tiempo en ir a comprarlo.
Situaciones
similares se presentan a diario en la
vida cotidiana: si queremos llevarle a nuestro superior algún producto
alimenticio, seguramente buscaremos algo de acuerdo a “su nivel” e incluso
podríamos gastar una suma que ni siquiera invertiríamos en nosotros; pero si se
trata de personas de pocos recursos económicos, le llevamos hasta las sobras o
una promoción de tres tacos por 10 pesos.
Estos escenarios
también se presentan con los niños y esos casos me enfurecen aún más. Por
ejemplo, si el cumpleaños del hijo de alguien que tiene la fortuna de tener una
economía más que solvente, los asistentes al convivio se gastarán una buena
suma en un juguete muy sofisticado o de moda que seguramente se perderá entre
las docenas que ya tiene.
En cambio, si es el
cumpleaños del hijo de la asistente del hogar, nuevamente en el mejor de los
casos, le regalarán una pelota de plástico de 50 pesos o si es niña una Bárbara
(imitación pirata de la afamada muñeca Barbie y que se queda calva a la segunda
peinada) y si es niño, dos coches Holy Wils (imitación pirata de los Hot Wheels
que pierden la mitad de sus piezas al primer impacto y todo el color en la
segunda mojada). ¿De verdad ustedes creen que eso es humanamente justo?
La felicidad de un
niño, en sí misma es un placer, ¿saben la alegría que le podrían dar al hijo de
la asistente doméstica si le dieran lo mismo que al niño “pudiente”
acostumbrado a tener todo lo que pide y difícilmente lo valora? Yo les puedo
decir que pasaría: después de superar la emoción que recordará por el resto de
su vida y a ustedes junto con ella, jugará y jugará, lo tendrá guardado en un
lugar muy especial como su valor más apreciado y hasta luchará contra la
voluntad de su madre quien opina que no debe tocarlo porque se puede
descomponer, es muy caro y ella es incapaz de reponerlo.
Hace algunos años, hubo
una campaña publicitaria que tenía una frase muy pegajosa que decía: “Regale
afecto, no lo compre”, es una buena recomendación… pero si nuestra generosidad
se desborda y tenemos el gusto de regalar cosas, por favor piensen que el mundo
está ansioso de acciones justas.
PD:
¿Sabían que hay niños que nunca han tenido un pastel de cumpleaños y es casi su
sueño dorado? Si tienen la fortuna de toparse con uno, por favor hagan su sueño
realidad.
Escrito por: Lu Co