Cuando
yo era niña, tuve algunas mascotas, pero estas siempre ocuparon ese lugar,
vivían en el patio de la casa y ocasionalmente las tenía que sacar a pasear,
pero mi mamá difícilmente permitía que entraran a la casa o peor aún que
tuvieran un trato igualitario como miembro del núcleo familiar.
Por
supuesto que yo crecí con ese esquema adherido a mi concepción de mascota que vino a ser
sustituido por “Vodka”, y no hablo del ingrediente indispensable del coctel
Cosmopolitan, sino de la perrita de mi pequeña. La muy chambona poco a poco
entró a mi corazón y a mi cama. Ni en la peor pesadilla de mi mamá pude
imaginar dormir con un perro acurrucado en mi cara, fundiendo su respiración
con la mía, pero si a ella no le molesta tampoco debe importarme a mí.
Indudablemente
Vodka es el miembro más sereno de la familia, casi nunca se enoja aunque hace
mucho escándalo cuando alguien se acerca a la puerta y manifiesta abiertamente
sus celos cuando mi hijo lleva a la casa alguna mujer que ocupa su lugar en la
cama, definitivamente la manifestación sincera de sus sentimientos es ejemplar.
El
único momento en que verdaderamente enfurece es cuando percibe que mi hija es
víctima de alguna agresión, entonces ataca con todo y es capaz de enfrentarse
con cualquier presunta amenaza, desde la mano traviesa de mi hijo hasta una
enorme sombra que aceche el sueño de mi pequeña.
La
mayor parte del tiempo duerme como bebé con el sueño profundo que da la
inocencia, pero en algunas ocasiones tiene a bien ponerse traviesa
transportando objetos fuera de su lugar, amasando papel de baño con la boca o
buscando en la basura algo para complementar su dieta. Es una maravilla la cara
que hace cuando se sabe descubierta, se agazapa un poco e intenta ponerse a
salvo en la seguridad que su cama le da y cuando es regañada, pone tal cara de
aceptación sincera que hace imposible continuar con el discurso de enmienda.
Desde
muy pequeña aprendió que la mejor forma de pedir una disculpa por sus
travesuras es acercarse al justiciero enojón caminando de manera muy coqueta en
dos patas y haciendo ruiditos como de ratón. Esta gracia también le ha
resultado muy útil para obtener bocadillos, toda vez que hace giros de ballet
si se le ofrece un pedazo de salchicha, jamón o manzana.
Al
igual que mi hija, siente gran placer al ser fotografiada y en cuanto percibe
que será captada por alguna cámara hace alguna de sus poses favoritas, que van
desde sentarse mostrando su mejor perfil, acostarse con las patas cruzadas o
abrir los ojos tan grandes como puede para armonizarlos con su cara “coqueta”.
Este
pedacito de perro ha llenado nuestra vida de cariño y es verdaderamente molesto
ver en las redes sociales engendros monstruosos que se atreven a lastimar a
estos pequeños seres con los que compartimos el planeta y que son incapaces de
lastimar por el gusto de hacerlo, son el ejemplo vivo de lealtad, cariño
sincero, disposición y compañía amena. Nunca están enojados, siempre nos
reciben con emoción haciéndonos sentir queridos y extrañados.
Imagínense
si en el mundo hay muchas personas sin hogar ¿cuantos perritos sin dueño
circulan por ahí? Por favor no los maltraten y si tienen la oportunidad de
hacerse cargo de uno, verán que lo único que recibirán a cambio será compañía y
cariño incondicional.
Escrito por: Lu Co
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