Según
entiendo un gran porcentaje de las mujeres dedican su vida a encontrarlo para
sentirse completas y “ser felices por siempre” y aunque pueden argumentar que
no es su principal meta en la vida yo creo que muchas de ellas lo tienen como
objetivo fundamental para tener una existencia plena e invierten mucho tiempo
besando sapos esperando su transformación.
Sin
embargo, existimos otro grupo de mujeres que estamos seguras que sería más
fácil desposarnos con el Conejo de Pascua que encontrar un príncipe azul, es
más ni siquiera lo contemplamos como factor importante para sentirnos felices.
Es posible que esto se deba a la educación que recibimos o quizá a la
estructura lógica de nuestro pensar, pero soslayamos la idea como judío a Santa
Claus.
Estamos
conscientes que los hombres son un elemento de interés en nuestra vida, pero no
mayor que nuestro desarrollo profesional, digamos que los hombres son
entretenidos y proporcionan horas de sano esparcimiento, pero incorporarlos de
manera permanente a nuestra vida es un lujo que no queremos darnos.
El
motivo principal es que llegan a convertirse en un bulto estorboso que nos trae
más complicaciones que alegría, definitivamente no haremos a un lado nuestra
libertad de existir por complacer las inseguridades del sujeto en cuestión. En
lo particular he tenido la oportunidad de conocer varios tipos de hombre y por
muy seguros y “liberales” que argumenten ser, siempre caen en las
recomendaciones morales sobre la fidelidad y lo decepcionante y molesto que les
resulta que uno decida juguetear con alguien más.
Estoy
convencida que el príncipe azul sólo es una idea romántica de las mujeres que
se siente incompletas o inseguras con su ser, que necesitan ser protegida por
un prototipo de hombre fuerte que también tenga la virtud de consentirlas,
resolver cualquier problema que se les presente y las libre de la
responsabilidad personal de hacerse felices.
No
obstante, en mi vida tengo a la seguidora número de la Leyenda del Príncipe
Azul y en ocasiones me causa verdadera envidia la inocencia de su convicción de
que en el mundo circula por ahí su otra mitad, mantiene en un lugar
privilegiado la intención de encontrar el amor verdadero y ser felices por
siempre. Definitivamente debe ser lindo tener la intención de confiar su
bienestar a alguien más y ejercitar la fe en el otro. Creo que yo no lo haría
aunque el sujeto contara con un seguro de cobertura amplia y la aseguradora se
hiciera cargo de pagarme una fortuna por cada estropicio que hiciera a mi
logística vital y a mi estabilidad emocional.
No
puedo negar que me encantan los hombres, admiro las características del género
y cada que puedo los uso; no puedo decir bajo ningún esquema que todos son
iguales ni negar su contribución en mi desarrollo como persona, pero de ahí a
confiarle a alguno mi felicidad, ESO JAMÁS, aunque parezca más azul que un
pitufo.
Me
parece que como toda leyenda urbana, la existencia del príncipe azul es
cuestión de creer, hay un montón de mujeres, entre ellas mi hija, que están
convencidas que anda por ahí buscándolas afanosamente y que sólo es cuestión de
tiempo para que el feliz encuentro se consolide y habremos otras que requerimos
de la comprobación científica para aceptar su existencia, y en caso de que se
demostrara, archivaríamos ese conocimiento en el folder de lo “poco
importante”. Sin embargo, les deseo mucha suerte a las buscadoras.
Escrito por: Lu Co
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