Cuando lo vi por primera vez me sorprendió su aspecto, su piel era violácea; tenía la cabeza alargada como un cohete con mechones negros, sin embargo lo que más me llamó la atención eran sus ojos, no eran confusos ni sorprendidos, más bien tenía una mirada inteligente.
Gracias a que era el primogénito de su madre, más no de su padre, en sus primeros años de vida fue el centro de atención de alguien y quiero pensar que recibió altas dosis de cariño, sin embargo, la manera particular de existir de su familia lo obligó a tener responsabilidades desde muy pequeño.
En virtud de que yo tenía mis propias actividades lúdicas intentando criar a mis experimentos vitales no le puse tanta atención y ocasionalmente lo veía en las reuniones familiares, esas en donde los adultos discutían por necedades y los niños andaban sueltos como potrillos en campo santo.
Con el paso de los años se fue forjando fama de travieso, grosero y mentiroso, se decía que era capaz de morder a un perro, viajar solo en transporte público desde los 5 años y llevar por el camino del mal a cualquier niño que se juntara con él. Era señalado como responsable o al menos autor intelectual de cualquier incidente que ocurriera, desde golpes, raspadas de algún chiquillo, hasta incendios y la deforestación en casa de los abuelos.
Nuestros caminos se estrecharon cuando se volvió la persona favorita de mi hijo (hasta la fecha lo es), quien era capaz de partir en dos su porción de salchichas y leche, para que las visitas de su mejor amigo se prolongaran más. Ciertamente me preocupaba la influencia que este duende pudiera tener en mi pequeño, pero mi confianza en la crianza que le había dado a mi chiquitín era mayor. No obstante, debo confesar que era verdaderamente habilidoso para crear una realidad alterna de la cual estaba tan convencido que por momentos me hacía dudar.
Con el paso del tiempo su mala reputación, lejos de corregirse aumentó, sus hazañas eran conocidas más allá del ámbito familiar, primero logró ser identificado en su pueblo natal como borracho y peleonero, después exploró nuevos mundos, en donde además de muchas amistades, derivadas de su personalidad magnética, se buscó serios problemas que le impedían estar por mucho tiempo en el mismo lugar.
No obstante que me alejé de su círculo familiar, he tenido el enorme placer de seguir puntualmente su vida, puedo presumir que cuento con su confianza y cariño, sin embargo, guarda un poco de reserva hacía mi persona, porque a pesar de que tiene mi afecto incondicional, cuando su conducta es inapropiada y puede traerle consecuencias negativas, no he reparado en darle jalones verbales de orejas .
En mi perspectiva basta mirarle a los ojos para saber que es un ser noble de buen corazón, sin embargo su crianza lo llevó a ser valiente y desafiar las leyes de lo socialmente aceptable. Para él la vida es un reto, basta con que alguien le diga que no haga algo para que desafíe la recomendación; piensa como muchos jóvenes de su edad, que a él no le va a pasar porque es muy inteligente.
Hace pocos días me enteré que nuevamente tuvo que ponerle pausa a su existir porque fue víctima de la justicia divina, espero que me leas para que te enteres que como siempre estamos pendientes de ti, nos entristecen las consecuencias de tus acciones no calculadas pero probablemente muy merecidas.
Me permitiré darte una recomendación, corriendo el riesgo de incomodarte: NADIE ESTA LIBRE DE LA LEY DE GRAVEDAD y para todos aquellos que tienen la fortuna de formar parte de su vida, es muy importante que sepan que no necesita más regaños ni castigos, le urge que lo llenen de confianza en sí mismo y sobre todo, algo que quizá nunca ha recibido de su parte: RESPETO.
Por el planeta circulan un montón de duendecillos valientes que están dispuestos a conquistar el mundo (yo tengo dos), estoy convencida que la diferencia entre que dediquen su esfuerzo a actividades improductivas en detrimento de sí mismos y de la sociedad, y que se vuelvan hombres y mujeres que nos llenen de orgullo, está en orientarlos con las palabras correctas en el momento adecuado, hacerles sentir nuestra confianza e incondicionalidad y enseñarlos a respetarse a sí mismos y al otro.
Y a ti mi duendecillo, échale para delante, y dicen por ahí que entre más oscura la noche mejor se ven las estrellas...
Escrito por: Lu Co
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