domingo, 6 de agosto de 2017

Zona de confort

El día jueves pasado, veía un video de una conferencia sobre cómo vencer nuestros miedos y salir de nuestra zona de confort.
El ponente explicaba que todo empezó con un sencillo ejercicio:
Un buen día decidió quitarse todos los pretextos que se generaban en su mente y se atrevió a quedarse tirado durante treinta segundos en la estación de tren. Inmediatamente se dio cuenta que algunos se le quedaban viendo con cara de asombro e incredulidad mientras que otros ni siquiera lo tomaban en cuenta.

Este video me recordó al de un chino que tenía miedo al rechazo, era muy inseguro sobre lo que la gente pudiera pensar de lo que él hiciera o dijera; su técnica fue diferente a la mencionada en el ejemplo anterior, aunque resultó ser igual de efectiva:
Se propuso ser rechazado al día en cinco ocasiones, y para eso hacía las cosas más inverosímiles, desde pedir 20 dólares prestados a un desconocido, dar la bienvenida a la gente en Starbucks e inclusive pedirle a un gerente de Krispy Creame que le diseñara donas conmemorativas de los Juegos Olímpicos. Su mundo cambió cuando el empleado de aquella tienda cumplió con su capricho. Después el chino se hizo famoso y salió en periódicos y revistas, aunque este no era su propósito.

Regresando a la historia del chico del tren, resulta que fundó una organización que ayuda a la gente a salir de su “Zona de Confort” y quitarse sus miedos, lo cual me parece una acción bastante acertada.
En mi caso, me he caracterizado por ser una persona ambigua, déjenme explicarles a qué me refiero:
No tengo miedo a enfrentar retos laborales o profesionales que me impliquen salir de mi área de comodidad. Me fui a Alemania de intercambio y me fui a España a estudiar la maestría, dejando todo atrás para seguir mis sueños y realizarme profesionalmente; no me da miedo pararme a hablar a un montón de gente en público.

Sin embargo, antes me daba pavor llegar a una fiesta y no conocer a nadie porque no sabía cómo actuar de “forma correcta”, pensaba que haría el ridículo al momento de comer y ser salpicado por completo. O podía encontrarme con una chica sumamente atractiva y prefería darme la vuelta antes de terminar haciendo el ridículo.

¡Momento! ¿Y quién me dijo qué haría el ridículo? Tal vez esa chica me seguiría la plática, cuando menos podíamos tener una conversación agradable; pero por mis barreras y prejuicios mentales me perdí muchas oportunidades como esas.

¡Pero ya no más!
Gracias a eso he ido consiguiendo muchas cosas más. Por eso los invito a quitarse aquella voz interior que les dice que no lo hagan, que no exploren lo desconocido… Porque la vida se vive sólo una vez. Generalmente nos arrepentimos más por no hacer aquello que queríamos, qué por intentarlo y fallar.


Escrito por: Jesús Daniel Hernández

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