Lo conocí como a cualquier otro de mis vecinos, nos cruzábamos en las escaleras del edificio en el que vivo cada que salía y volvía a casa, pero al igual que al resto nunca le preste suficiente atención; la primera vez que lo vi era muy pequeño, mi vecina de enfrente, quien supuse que era su tutora se hacía cargo de él, lo alimentaba, aseaba y proveía, probablemente si la vida no le hubiera jugado chueco al pobre huérfano, jamás habría tenido contacto alguno con él.
Seguramente todos hemos escuchado e inclusive sido testigos que en la naturaleza la balanza de la supervivencia siempre se inclinará a favor del más fuerte, para ser sincera no sé cuantas veces Filemón habrá sido puesto a prueba, pero en definitiva creo que la más difícil de superar fue cuando su tutora fue premiada por el destino al otorgarle el mejor regalo que la vida puede dar, ser madre.
Cuando su embarazo se vio complicado tomó la decisión de marcharse a casa de sus padres para recibir los cuidados necesarios y toda la ayuda posible, y como suele suceder en los cuentos, pensó que Filemón sería una carga para ella, le dio la bendición y se marchó del edificio dejando a la pobre criatura a su suerte.
Contra toda probabilidad, el pequeño salió adelante como pudo, pese a que su condición física no era la mejor, ganó la primera batalla que la vida le puso enfrente; seguí viéndolo durante días, siempre estaba ahí, frente a la puerta, esperando a que su cuidadora volviera, pero esta jamás hizo su aparición.
Mi mamá al ser una persona de gran corazón fue la primera en percatarse del abandono del pequeño, cada que salía de casa lo saludaba sin esperar respuesta alguna y al volver lo encontraba en la misma situación, supongo que en el fondo sabía que el pobre la estaba pasando mal, por lo que un fin de semana me sugirió que lo ayudará a asearse, al ver su pobre aspecto sentí tanta pena por él que no le discutí a mi mamá.
Con todo el cuidado del mundo, le quité la tierra de encima, no se inmutó ni por un segundo al ver su espacio personal invadido, mientras lo limpiaba le hablaba con cariño sin importarme que pudiera parecer loca frente a algún otro de mis vecinos; mi mamá por su parte, sació la sed del pequeño quien seguramente no había tomado agua en días, inclusive descubrió que como ella, era otro amante de la fruta feliz (los plátanos), mismos que lo hacían brillar de alegría.
Probablemente esa fue la segunda batalla que ganó, demostró que no necesitaba a su cuidadora original, puesto que encontró dos nuevas personas dispuestas a ayudarlo. Pero la naturaleza es terca como mula y envío a su siguiente batallón para acabar con el pequeño: un viento huracanado que arrasaba con todo a su paso; ocurrió una tarde del mes de Abril, volvía de la tienda cuando encontré a Filemón desmayado en la mitad de la escalera, corrí a ayudarlo apenas lo miré, por desgracia para la naturaleza, este chiquitín era más fuerte que una roca y se repuso al poco tiempo.
Los días siguieron su curso y pudimos ser testigos del cambió radical del pequeño, la alegría regreso a él, creció sano y fuerte, pese a que nunca dijo palabra alguna, ambas nos percatamos del agradecimiento que sentía, así pues Filemón pasó a ser parte de la familia, lo cuidamos y mimamos, esperando que su tutora jamás vuelva para que no pueda quitárnoslo. E inclusive me sentí como niña nuevamente cuando jugábamos con él como en el sábado de gloria, empapándonos a nosotros y la escalera pese al disgusto de los vecinos.
Pero Filemón no fue el único que recibió un premio del destino al encontrarse con una nueva familia, por mi parte puedo decirles que me siento agradecida por ser parte de su vida, él me permite aportar mi granito de arena a un mundo mejor, me siento sumamente satisfecha al saber que soy parte de su existencia aunque solo sea un árbol.
Así que mis queridos lectores los invito a adoptar un huérfano, puede ser algún animalito, cuya existencia seguramente cambiarán con un poco de cariño, no hay palabras que puedan describir el agradecimiento que estos chiquitines sentirán; el mundo está lleno de seres como Filemón que necesitan de nuestros cuidados para salir adelante y ganar las batallas que se les presentan, quizá no es fácil adoptarlos y sumarlos a nuestras vidas por la responsabilidad que representa, pero por experiencia propia puedo decirles que si podemos ayudarlos y mejorar su vida, después de todo ¿quien diría que un poco de agua hace la diferencia?
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