miércoles, 10 de agosto de 2016

DISERTACIONES: LA MANO DEL MUERTO

La semana pasada recibí un mensaje muy romántico de uno de mis ex compañeros de trabajo, y yo muy molestona le pregunté que si estaba borracho aunque fuera de mañana, a lo que me respondió que no, que sólo quería decirme cosas dulces… A pesar de que el buen hombre generalmente es muy lindo, entendí después su exposición de sentimientos cuando me comentó que estaba en el funeral de un compañero de trabajo.

Desde luego que sentí muy feo, pero no pude evitar que mis dedos escribieran las preguntas morbosas acerca del difunto… que si era joven, casado, enfermo o las circunstancias del deceso. Entonces le sugerí a mi amigo que lo tocara, al menos la mano, a lo cual se negó argumentando que era muy miedoso. Mi intención no era molestarlo, sino que era una oportunidad para que si no lo había hecho nunca, viviera la experiencia que a mí me ayudó a redimensionar y conceptualizar la muerte.

A lo largo de mi existencia he tenido la oportunidad de estar cerca de muchas personas que perdieron la vida, supongo que en las primeras ocasiones que no recuerdo con claridad, los veía de lejos y con un poco de temor a acercarme, pero una vez me atreví, mi mano impulsivamente lo tocó, fue una sensación rara, no obstante que mi movimiento se había limitado a sentir únicamente su frío con los dedos.

En otra ocasión, mi curiosidad fue más allá, y aprovechando que era un conocido, tuve el pretexto para acercarme a la caja y tomar su mano, la estreché entre mis dos manos y la sensación de ausencia e inanimación me desconcertó, fue justo en ese momento cuando entendí que ya no estaba ahí la persona que había ocupado esa envoltura, pero que se había desplazado a otro lugar. Por alguna extraña razón no lo percibí como si se apagará un electrodoméstico, cuyo interruptor se acciona y ya no hay nada más.

Creo que desde que nacemos nuestros primeros recuerdos de toda la gente es de calidez, que la traducimos en sensación de vida. En el vientre estamos rodeados de un ambiente acuoso y tibio y cuando nacemos uno de nuestros grandes dolores, leí por ahí, es introducir el primer aire a nuestros pulmones y la sensación de vacío a nuestro alrededor, toda vez que nos exponen a un sitio que no podemos saber en dónde empieza y en donde termina, no percibimos más que la mano que nos sujeta.

El resto de la vida siempre que interactuamos con las personas sentimos su calor, su aliento, su energía, entonces cuando estreché entre mis manos un cadáver, mi estructura mental se sacudió, por primera vez, sentí la ausencia, no obstante que a mí me parecía que dormía.

Mi asociación con la muerte no era de frío sino de movimiento y me convencí que cuando muera seguramente tendré que dejar el empaqué, pero no será como accionar un switch de apagado, sino como un “dimmer” cuando lentamente me aleje para dirigirme a algún otro lugar.

Definitivamente es extraño tocar a una persona que falleció y puede parecer hasta morboso, pero al final del día, creo que la muerte es parte de la vida, a mí me llenó de curiosidad y convencimiento de que al morir, sólo me desplazaré hacía otro sitio, no sé si mejor o peor, solamente a OTRO.


Escrito por: Lu Co

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