lunes, 15 de agosto de 2016

¿Finales felices?

A lo largo de mi corta existencia he leído y visto muchas historias sobre los finales felices, desde cuentos infantiles, novelas, películas Hollywoodenses o artículos como el del “hilo rojo”, todos ellos enfocados al romance, amores complicados que al final terminan con un “felices para siempre”, donde los implicados vencen a los villanos y demuestran que nada es más fuerte que el amor verdadero, pero ¿Qué tanto se apegan a nuestra realidad?

Hace como tres semanas, platicaba con mi mamá sobre las personas que conocemos dentro y fuera de la familia y analizábamos sus historias amorosas, para ser honesta no sé qué sentimiento predominó en mí, si la risa o la tristeza por cómo ha funcionado esto de los “felices por siempre” en la gente que conozco y con la que crecí.

Para bien o para mal me di cuenta que estoy rodeada de personas que se conformaron con un marido borracho o infiel, una esposa mustia e insoportable, o en el mejor de los casos terminan siendo solteros por convicción, aparentemente felices pero sin esa persona que según los cuentos y películas estaba destinada a conocer junto con un final de cuentos.

Probablemente si existan muchos casos de “felices por siempre”, pero ¿qué tanto se parece su historia a los cuentos de hadas? ¿Realmente siguen amándose como la primera vez que se vieron? O ¿simplemente se acostumbraron a la presencia de su pareja?

Me puse a pensar en mi última relación seria, sonreí al recordar las veces que ambos dijimos que estaríamos juntos para siempre, pero como todo lo bueno ese noviazgo tuvo un final y no precisamente feliz.

En las historias siempre hay una madrastra grosera, una ex pareja experta en arruinarlo todo, una suegra metiche, un pretendiente envidioso, una bruja malvada, o algún otro villano que se interpone entre los enamorados pero al final, pueden superar todos los obstáculos y proclamar su amor, pero ¿qué pasa en la vida real? ¿será que no era la persona correcta y el final feliz si existe pero aún no es el momento? ¿o acaso nunca llegará porque nos quedamos con la persona equivocada?

A pesar de que considero el romanticismo como parte de mi esencia, en ocasiones los golpes de la cruda realidad tambalean mis pensamientos, lo que me lleva a la conclusión que quizá las relaciones con final feliz solo fueron una moda y lo de hoy es disfrutar la soltería, no sé, tal vez con el tiempo descubra cual es mi final feliz.



Escrito por: Sue FC

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miércoles, 10 de agosto de 2016

DISERTACIONES: LA MANO DEL MUERTO

La semana pasada recibí un mensaje muy romántico de uno de mis ex compañeros de trabajo, y yo muy molestona le pregunté que si estaba borracho aunque fuera de mañana, a lo que me respondió que no, que sólo quería decirme cosas dulces… A pesar de que el buen hombre generalmente es muy lindo, entendí después su exposición de sentimientos cuando me comentó que estaba en el funeral de un compañero de trabajo.

Desde luego que sentí muy feo, pero no pude evitar que mis dedos escribieran las preguntas morbosas acerca del difunto… que si era joven, casado, enfermo o las circunstancias del deceso. Entonces le sugerí a mi amigo que lo tocara, al menos la mano, a lo cual se negó argumentando que era muy miedoso. Mi intención no era molestarlo, sino que era una oportunidad para que si no lo había hecho nunca, viviera la experiencia que a mí me ayudó a redimensionar y conceptualizar la muerte.

A lo largo de mi existencia he tenido la oportunidad de estar cerca de muchas personas que perdieron la vida, supongo que en las primeras ocasiones que no recuerdo con claridad, los veía de lejos y con un poco de temor a acercarme, pero una vez me atreví, mi mano impulsivamente lo tocó, fue una sensación rara, no obstante que mi movimiento se había limitado a sentir únicamente su frío con los dedos.

En otra ocasión, mi curiosidad fue más allá, y aprovechando que era un conocido, tuve el pretexto para acercarme a la caja y tomar su mano, la estreché entre mis dos manos y la sensación de ausencia e inanimación me desconcertó, fue justo en ese momento cuando entendí que ya no estaba ahí la persona que había ocupado esa envoltura, pero que se había desplazado a otro lugar. Por alguna extraña razón no lo percibí como si se apagará un electrodoméstico, cuyo interruptor se acciona y ya no hay nada más.

Creo que desde que nacemos nuestros primeros recuerdos de toda la gente es de calidez, que la traducimos en sensación de vida. En el vientre estamos rodeados de un ambiente acuoso y tibio y cuando nacemos uno de nuestros grandes dolores, leí por ahí, es introducir el primer aire a nuestros pulmones y la sensación de vacío a nuestro alrededor, toda vez que nos exponen a un sitio que no podemos saber en dónde empieza y en donde termina, no percibimos más que la mano que nos sujeta.

El resto de la vida siempre que interactuamos con las personas sentimos su calor, su aliento, su energía, entonces cuando estreché entre mis manos un cadáver, mi estructura mental se sacudió, por primera vez, sentí la ausencia, no obstante que a mí me parecía que dormía.

Mi asociación con la muerte no era de frío sino de movimiento y me convencí que cuando muera seguramente tendré que dejar el empaqué, pero no será como accionar un switch de apagado, sino como un “dimmer” cuando lentamente me aleje para dirigirme a algún otro lugar.

Definitivamente es extraño tocar a una persona que falleció y puede parecer hasta morboso, pero al final del día, creo que la muerte es parte de la vida, a mí me llenó de curiosidad y convencimiento de que al morir, sólo me desplazaré hacía otro sitio, no sé si mejor o peor, solamente a OTRO.


Escrito por: Lu Co

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lunes, 8 de agosto de 2016

La educación comienza en casa

Hace cerca de un mes, comencé un nuevo ciclo escolar en la maestría, normalmente soy una estudiante entusiasta que anhela el regreso a clases para adquirir nuevos conocimientos, sin embargo he de confesarles que en esta ocasión tuve la mala fortuna de tomar la materia de “Ética” con un profesor nada ético… pero este artículo no es para quejarme del pelafustán del aquel que se dice maestro, sino de algo que mencionó.

Verán, un día de tantos comenzó a hablarnos sobre cómo funcionan las familias en México, lo primero que llamó mi atención fue cuando dijo que la dinámica familiar depende de las personas que conviven bajo el mismo techo, es decir que si en una casa viven los papás y los hijos, los padres les dan ciertos permisos o aceptan ciertas cosas pero que cuando vive alguien más con ellos (como los abuelos) estos deben de cambiar si el otro pariente lo dice.

Por ejemplo, el hijo tiene permiso de llegar a casa a las 2 de la mañana, pero si el pariente ajeno a la familia nuclear dice que deberían de controlarlo más y que llegue a las 8, los padres le harán caso.

Entonces yo me pregunto, ¿qué padre o madre le haría caso? Especialmente si este no mantiene al hijo, creo que los papás tienen TOOODO el derecho del mundo de educar al hijo como se le pegue la gana, ¿no? Y peor aun, ¿por qué permiten que alguien más les diga que pueden o no hacer con sus hijos? No me imagino que algo así hubiera pasado en mi casa, posiblemente ese pariente habría acabado sin dos dientes si le decía a mi mamá algo sobre mi hermano o sobre mi.

Lo segundo que llamo mi atención fue cuando el profesor aseguró que NADIE se sentaba con sus hijos a hablar sobre los valores, como la honestidad, el respeto, la tolerancia o la responsabilidad, sino que tenían que demostrarlo con imposiciones.

Por ejemplo, para enseñar respeto, tienen que decirle a sus hijos “no me interrumpas”, o con la honestidad “dime la verdad”. Al hacer uso de frases de este tipo, supuestamente el niño aprenderá los valores que el papá o la mamá quieren que sepa.

Entonces recordé mi tierna infancia en la que cuando mi hermano o yo nos portábamos mal, mi mamá nos mandaba a reflexionar sobre la virtud o el valor que nos hacía falta, después de un par de horas, salíamos de nuestro cuarto y le dábamos la respuesta junto con la justificación, por ejemplo honestidad porque habíamos ocultado la verdad sobre quien había roto un florero.

Eventualmente llegué a la conclusión que mi crianza en particular fue algo fuera de lo común y que muchas familias si se comportan como dijo mi profesor, sin embargo aquellos que son padres, los invito a probar esa técnica de hacer reflexionar y meditar a sus hijos, que conozcan lo que realmente significan los valores, que aprendan a identificarlos en diferentes contextos, al menos a mí me funcionó.

Escrito por: Sue FC

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miércoles, 3 de agosto de 2016

DISERTACIONES: BAÑO DE SANGRE

Seguramente pensarán que el título de este escrito me lo robé de alguna película de Los Hermanos Almada o del aclamado director y actor Quentin Tarantino, pero no, fue un comentario que tuvo a bien hacer una de mis compañeritas de las escuela que me llenó de risa y luego de reflexión. Les contaré…

Me encontraba disfrutando de una de mis actividades favoritas del mundo, conectada a la maravilla de la tecnología, tomando una clase a distancia sobre Relaciones Públicas y Ética Profesional. La maestra, cumpliendo con su programa de trabajo, nos explicaba que cuando estemos en el mercado laboral y si tenemos la intención de dedicarnos a eso de los medios de comunicación o la publicidad, nos sumaremos a la maquinaria de mercadotecnia que se maneja actualmente, cuya característica general, salvo contadas excepciones, está dedicada a lucrar sin importar la calidad de los productos.

La profesora argumentaba que en muchas ocasiones tendremos que convencer al público de consumir chatarra, tanto alimenticia como ideológica, toda vez que es lo que deja mayor remuneración y al final del día sólo seremos empleados de un corporativo interesado en alcanzar sus expectativas financieras.

Al escuchar semejante argumento mi espíritu inquieto y revolucionario se activó e inmediatamente mi cabecita estructuró argumentos para refutar la teoría.

Por su puesto que mi postura no es tan sólo retórica porque vivo convencida que siempre podemos hacer lo correcto, y que aunque debemos trabajar para obtener los satisfactores necesarios para subsistir, somos libres de elegir en donde y con quien, e incluso darle un giro a nuestras actividades diarias siguiendo un código de ética que nos haga crecer y buscar siempre sumar y jamás restar o dividir.

Y en el caso de los productos de consumo, tenemos la capacidad de despertarnos un día, eliminar los refrescos, frituras y chatarra que comemos y adquirir opciones sanas que llenen de bienestar a nuestro cuerpo, asimismo podemos hacer a un lado la televisión y llenar nuestra mente de letras, imágenes e ideas que fortalezcan nuestro espíritu haciendo a un lado para siempre los dramas televisivos.

Justo en eso estábamos en la clase, cuando una compañerita tuvo a bien insertar su comentario, asegurando que el cambio significaría “una revolución que traería consigo un baño de sangre”. Por dos segundos todos en la clase nos quedamos mudos y después el silencio fue interrumpido por mis carcajadas.

Mi compañerita casi molesta me dijo que uno no puede andar cambiando las cosas porque en la sociedad en la que vivimos todo está orientado a que los ricos ganen y el gobierno es el encargado de asegurarse que este escenario permanezca. Para sorpresa mía, muchos de los estudiantes que seguían la clase estuvieron de acuerdo y se soltaron con un rosario de ejemplos dignos de la televisión abierta y la prensa barata. En tanto que la profesora le dio un poco de razón a la joven pesimista pero afirmó que ojalá hubiera más personas como yo, porque entonces todo sería diferente, porque en el mundo hace falta gente que se atreva a vivir como sueña y oriente su energía para hacerlo.

Para tranquilidad de todos, mi prudencia entró en acción y decidí no debatir con mi compañera de clase, que espero no tenga más de 25 años porque de lo contrario hubiera sentido mucha pena por ella y el futuro que le espera, sólo le comenté que mi estilo de vida era alejado de la televisión, de los productos chatarra y en varias ocasiones había dejado de consumir cadáveres animales, y no había perdido ni una gota de sangre, al menos por ese motivo; y que la única razón para mezclar el vital líquido cuando decidimos cambiar de hábitos de consumo, era sumándose a una campaña de donación.

Pero una vez terminada la sesión, me llevé de tarea la reflexión, y entonces si me dio susto de pensar cuantas personas así circulan por el mundo, ¿Será cierto que la mayoría esta voluntariamente presa de la publicidad y la desinformación? ¿Qué eligen desayunar una coca cola con gansito porque es más fácil y además la televisión dice que está bien hacerlo? ¿Cuántas saben que las semillas son una fuente primaria de proteína? ¿O que el gobierno es el encargado de la administración pública, pero nosotros somos dueños de nuestros destinos protegidos por un estado de derecho que garantiza nuestras libertades?... YO, vivo convencida…



Escrito por: Lu Co

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