Seguramente pensarán que el título de este escrito me lo robé de alguna película de Los Hermanos Almada o del aclamado director y actor Quentin Tarantino, pero no, fue un comentario que tuvo a bien hacer una de mis compañeritas de las escuela que me llenó de risa y luego de reflexión. Les contaré…
Me encontraba disfrutando de una de mis actividades favoritas del mundo, conectada a la maravilla de la tecnología, tomando una clase a distancia sobre Relaciones Públicas y Ética Profesional. La maestra, cumpliendo con su programa de trabajo, nos explicaba que cuando estemos en el mercado laboral y si tenemos la intención de dedicarnos a eso de los medios de comunicación o la publicidad, nos sumaremos a la maquinaria de mercadotecnia que se maneja actualmente, cuya característica general, salvo contadas excepciones, está dedicada a lucrar sin importar la calidad de los productos.
La profesora argumentaba que en muchas ocasiones tendremos que convencer al público de consumir chatarra, tanto alimenticia como ideológica, toda vez que es lo que deja mayor remuneración y al final del día sólo seremos empleados de un corporativo interesado en alcanzar sus expectativas financieras.
Al escuchar semejante argumento mi espíritu inquieto y revolucionario se activó e inmediatamente mi cabecita estructuró argumentos para refutar la teoría.
Por su puesto que mi postura no es tan sólo retórica porque vivo convencida que siempre podemos hacer lo correcto, y que aunque debemos trabajar para obtener los satisfactores necesarios para subsistir, somos libres de elegir en donde y con quien, e incluso darle un giro a nuestras actividades diarias siguiendo un código de ética que nos haga crecer y buscar siempre sumar y jamás restar o dividir.
Y en el caso de los productos de consumo, tenemos la capacidad de despertarnos un día, eliminar los refrescos, frituras y chatarra que comemos y adquirir opciones sanas que llenen de bienestar a nuestro cuerpo, asimismo podemos hacer a un lado la televisión y llenar nuestra mente de letras, imágenes e ideas que fortalezcan nuestro espíritu haciendo a un lado para siempre los dramas televisivos.
Justo en eso estábamos en la clase, cuando una compañerita tuvo a bien insertar su comentario, asegurando que el cambio significaría “una revolución que traería consigo un baño de sangre”. Por dos segundos todos en la clase nos quedamos mudos y después el silencio fue interrumpido por mis carcajadas.
Mi compañerita casi molesta me dijo que uno no puede andar cambiando las cosas porque en la sociedad en la que vivimos todo está orientado a que los ricos ganen y el gobierno es el encargado de asegurarse que este escenario permanezca. Para sorpresa mía, muchos de los estudiantes que seguían la clase estuvieron de acuerdo y se soltaron con un rosario de ejemplos dignos de la televisión abierta y la prensa barata. En tanto que la profesora le dio un poco de razón a la joven pesimista pero afirmó que ojalá hubiera más personas como yo, porque entonces todo sería diferente, porque en el mundo hace falta gente que se atreva a vivir como sueña y oriente su energía para hacerlo.
Para tranquilidad de todos, mi prudencia entró en acción y decidí no debatir con mi compañera de clase, que espero no tenga más de 25 años porque de lo contrario hubiera sentido mucha pena por ella y el futuro que le espera, sólo le comenté que mi estilo de vida era alejado de la televisión, de los productos chatarra y en varias ocasiones había dejado de consumir cadáveres animales, y no había perdido ni una gota de sangre, al menos por ese motivo; y que la única razón para mezclar el vital líquido cuando decidimos cambiar de hábitos de consumo, era sumándose a una campaña de donación.
Pero una vez terminada la sesión, me llevé de tarea la reflexión, y entonces si me dio susto de pensar cuantas personas así circulan por el mundo, ¿Será cierto que la mayoría esta voluntariamente presa de la publicidad y la desinformación? ¿Qué eligen desayunar una coca cola con gansito porque es más fácil y además la televisión dice que está bien hacerlo? ¿Cuántas saben que las semillas son una fuente primaria de proteína? ¿O que el gobierno es el encargado de la administración pública, pero nosotros somos dueños de nuestros destinos protegidos por un estado de derecho que garantiza nuestras libertades?... YO, vivo convencida…
Escrito por: Lu Co
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