Era una tarde como cualquier otra, cuando recibí un mensaje que verdaderamente me alarmó, era mi pequeña hija alertándome que había hecho algo por lo que su hermano y yo podríamos matarla… Por supuesto como toda madre mi imaginación se echó a volar. Lo primero que pensé es que había vendido la lavadora o abrazado alguna religión dogmática que exigía conductas extremas como la abstinencia sexual.
Gracias a dios no fue nada de eso, pero definitivamente lo que había hecho cambiaría para siempre la vida de alguien y la rutina de toda la familia. Después de tenerme en suspenso por algunos minutos que a me parecieron horas, imaginando hasta que se había casado con el policía encargado de la vigilancia del fraccionamiento en donde vivimos, por fin me pude comunicar con ella y me informó la noticia.
Resulta que cuando iba en camino a nuestra morada presenció una escena que le rompió el alma, había una pequeña a la mitad de la calle, sola y padeciendo por las inclemencias del clima, por lo que decidió llevársela a la casa. Debo confesar que sentí mucho alivio porque era algo que sabía Susa haría tarde que temprano.
Desde pequeña, al igual que la mayoría de los niños, se veía afectada hasta llegar a las lágrimas cuando veía o se enteraba de que algún ser se encontraba en desgracia, incluso alguna vez tomó bajo su protección a una mosca malherida y semi ahogada que encontró luchando por su vida en medio de un charco y la hizo parte de nosotros, le dio un nombre y se unió a nuestra pequeña familia.
Mi hijo y yo llegamos corriendo a ver a la pequeña abandonada, es una perrita con ojos atribulados y mirada sorprendida. La encontramos envuelta en una toalla, recién bañada porque para Susana lo primero es verse bien y luego viene lo demás… y el estado en que la encontró no era el mejor, estaba “capeada” en lodo.
Como todo ser responsable la llevó a revisar con un veterinario ante nuestro temor de que nos contagiara alguna enfermedad del trópico, particularmente a Vodka que es una perrita Pincher de 9 años de edad, quien ya bastante tenía con el impacto emocional de tener que compartir el cariño de su “niña” como para que también tuviera que batallar con algún mal físico.
El médico nos informó que tiene como año y medio de edad y que gracias a la justicia divina estaba sana pero materialmente semi muerta de hambre y con mucho susto. Sin embargo, nos recetó desparasitante para todos, ya que lo nuestro son los arrumacos y sí alguno tiene bichitos, luego todos tendríamos nuestra propia granja.
Ahora la diversión se duplicó, tenemos el placer de compartir nuestro hogar con dos seres de otra especie cuya vida es tan valiosa como la nuestra. Definitivamente mi hija no fue víctima ni siquiera de algún reclamo, lejos de eso, nuevamente me llena de orgullo porque siempre intenta ayudar al prójimo sin importar quien sea; mi hijo asegura que su corazón siempre será más grande que su cartera.
¿Sabían ustedes que México es el país que tiene la mayor población canina de América Latina con 23 millones de perritos y que el 70% vive en situación de calle (16 millones) y por ello padecen además de las condiciones climática y hambre, de maltrato animal y por supuesto carecen de atención médica. Además que de 10 perros que son llevados a algún albergue 9 son sacrificados (más o menos 10 mil cada mes)?
Gracias a la buena voluntad de cientos de personas cada vez hay más organizaciones que asisten a los perritos en situación de calle, por lo que si no tienes tiempo o espacio para hacerte cargo de uno, puedes donar dinero o comida o hasta tiempo a estas organizaciones y ayudar a atender a miles de seres inocentes que no tienen el privilegio de contar con una persona que se haga cargo de ellos.
Y si ya tienes uno, por piedad no lo abandones, imagínate que sería de ti si te encontrarás solo e indefenso a la mitad de la calle ante la indiferencia de una sociedad que solo exige pero no esta dispuesta a ayudar.
Escrito por: Lu Co